Maccesible

 

Yo también tuve un Mac

Por Eutiquio Cabrerizo eutiquio@ono.com

Siempre pensé que el primer ordenata que pillé fue una equivocación gorda de alguien, pero lo cierto es que nunca he sabido quien metió la pata.

La cosa es que sería poco antes de los Juegos Olímpicos de 1992 y, como sabía muy poco de aquellos bichitos que tenían chips en lugar de neuronas en el cerebro, me dejé asesorar por el vendedor de la tienda:

—Precisamente tengo un Mac que le puede venir bien porque viene preparado con el CloseView que es lo que usted necesita.

Cuando tuve el Mac en casa me di cuenta de que el de la tienda entendería mucho de aparatos, pero de ciegos muy poco. El programa CloseView famoso era un magnificador de pantalla que había salido en 1988 y tenía hasta 16 aumentos, inversión de color de fondo, combinaciones de teclas para casi todas las funciones y funcionaba hasta con 256 colores en cualquier resolución, pero el vendedor no sabía que todo eso estaba muy bien para alguien con resto de visión, pero era inútil para una persona que no veía absolutamente nada, como yo.

Me quedaba una posibilidad. Por aquel entonces la organización de ciegos había empezado a distribuir un programa de síntesis de voz que funcionaba bastante bien con ordenadores PC, y pensé que en unos meses desarrollarían un programa parecido para Macintosh. Eso era lo que necesitaba yo.

Y me equivoqué.

Aprovechando mi afición al bricolage hice una mesa a la medida, incluso con una repisa retráctil para el teclado y una especie de sobremesa-atril que me vendría bien para copiar textos, y cuando lo tuve todo instalado, empecé a presumir delante de los amigos, no sé si de mesa o de Mac. La parte desagradable era cuando me preguntaban si tenía síntesis de voz o salida en Sistema Braille, y les tenía que contestar que estaba esperando a ver si sacaban la adaptación que me hacía falta.

Algunos de mis amigos tenían anotadores parlantes, y yo me reía de ellos diciéndoles que tenían que pasarse a los ordenadores, que los anotadores estaban bien como tomanotas, pero que si querían progresar no podían quedarse así.

Pero pasaba el tiempo y yo seguía esperando inútilmente que alguna de las muchas veces que llamé a Madrid para interesarme por el tema, me dijesen algo más directo que aquello de "no se preocupe, que no nos hemos olvidado de su problema".

Por fin, pasados varios meses, bastantes meses, a fuerza de repetirme siempre lo mismo cuando llamaba, terminé preocupándome y dándome cuenta de que lo que yo tenía sobre mi mesa autofabricada no era un ordenador: era un problema.

Algunos años más tarde, uno de mis amigos empezó a trabajar en una imprenta de libros en Braille, y me comentó que allí tenían un Mac para la conversión de textos informatizados por las editoriales, y creí que diseñarían alguna adaptación del puesto de trabajo con Macintossh, pero contrataron a una persona sin deficiencia visual, y volvieron a esfumarse mis ilusiones.

Estaba claro que nadie se ocupaba de las adaptaciones para Mac.

A partir de 1994 o 1995 el departamento de investigación tiflotecnológica empezó a invertir dinero en la idea de un proyecto español para síntesis de voz y salida braille para el entorno Windows, y no fue bien. Más tarde pusieron millones para desarrollar una línea de investigación con Billy Gates, y tampoco resultó.

Estaba claro que los Mac no se consideraban como susceptibles de ser adaptados para su manejo por personas ciegas o deficientes visuales.

Era la época en que todos los medios de comunicación nos bombardeaban con publicidad, primero sobre el Windows95 y después con el Windows98, y a mí poco a poco entre unos y otros me fueron comiendo la moral. Un día llamé, y no sé con quién hablé, eso no puedo decirlo, pero cuando pregunté una vez más por algún proyecto presente o futuro para la acesibilidad de Mac, alguien, ya digo que no sé ni su nombre ni su cargo, me convenció definitivamente:

-Y éso, "qué es?

Creo que la persona que me atendió con toda su buena voluntad cargada de ignorancias, todavía estará pensando por el motivo de que colgara el teléfono sin decir adiós. Lo cierto es que tiene mucho de sinsentido que se presupuesten recursos econónicos importantes en una sola dirección de las nuevas tecnologías, y que los Mac, que pueden ser una alternativa perfectamente válida, se menosprecien y se marginen sin causa que lo justifique y se conozca.

Hoy, diez años después de que comprase mi primer ingenio informático creyendo que iba a ser el fin de mis problemas, he decidido comprarme un PC de última generación, y he guardado el Mac, mi viejo Mac, en las mismas cajas en que lo compré poco antes de las olimpíadas de Barcelona.

Lo he guardado con un poco de nostalgia, pero sin perder el ánimo de que alguna vez a alguien se le ocurra que no deben ponerse puertas al campo, y que los Mac pueden y deben representar una oportunidad más de acceso a la información, la formación, la cultura y el mundo laboral, en las mismas condiciones en que lo son hoy en día para los ciegos y deficientes visuales los ordenadores PC.

Por eso digo que mi primer ordenador fue un Mac.

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